Foto Einar González
El arquitecto Miguel Ángel Aragonés destaca por su estilo inconfundible para plasmar colores neutros en espacios monocromáticos, resultando en lugares llenos de personalidad y elegancia.
Miguel Ángel Aragonés aprendió la arquitectura como un juego, algo sin querer que podemos pensar lo trae en las venas. De niño vivía en una zona suburbana, más allá de las Torres de Satélite, en Santa Mónica. Fue testigo del desarrollo y crecimiento, pudo ver cómo de pronto aparecían casas que representaban la ilusión de las familias que las habitarían; inconscientemente vivió la experiencia de formar una nueva comunidad, colonias y con esto se dio cuenta de que la arquitectura es el causante fundamental de una ciudad, ya que esta no es más que la suma de casas y de habitantes que requieren servicios y demandan una serie de necesidades e ilusiones que la robustecen.
Era increíble ver cuando comenzaban a construir casas, nos metíamos en ellas a jugar y para mí significaba tener nuevos amigos, era muy divertido ver la ilusión de hogar con la que llegaban las familias.
Creo que hacemos intentos por mimetizarnos en un entorno, es una necesidad de pertenencia desde hace miles de años. Es el tribalismo natural que nunca nos abandona, a veces las tribus se forman por el rebelde, el que no quiere que nada lo defina y al mismo tiempo desarrolla algo nuevo, es el juego incesante de la humanidad.
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