Foto Einar González
Es imposible hablar de Susana sin mencionar a Acapulco, o Acapulco sin mencionar a Susana, van tan de la mano como la sal y la pimienta en cada una de sus preparaciones. Todos hemos asistido al menos a unas cuantas bodas en las que el mar es la escenografía, los novios el festejo y Palazuelos la mano, los ojos y la coordinación detrás de estos excepcionales eventos.
Con certeza, podemos afirmar que sus recetas son inigualables, pero ella siempre va más allá, considera los más mínimos detalles. Coloca –en cada evento que organiza– el nombre de México en lo más elevado, y es acreedora a más de 50 reconocimientos y 11 medallas a nivel mundial, entre otros galardones.
En esta ocasión, entrevistamos a Susana, la impecable chef, empresaria, esposa, mamá, cariñosa abuela –de nueve nietos– y filántropa. En su casa de Acapulco nos recibió, como ella siempre lo hace, perfectamente arreglada, con una majestuosa mesa que parecía haber transportado desde la Costa Amalfi hasta la terraza de Villa Susana, con vista a La Roqueta y al atardecer del océano Pacífico.
Su historia comienza en la cocina de su casa, con la comida de su mamá y abuelas.
En la adolescencia, Susana estudió en Estados Unidos, después pasó unos años en Suiza y ahí descubrió nuevos sabores en la comida suiza, alemana, italiana y francesa. “Fue entonces que un día dije, ‘ok, estaría muy bien combinar esos sabores con los que tengo en casa’”.
Al regresar de Europa consiguió trabajo de asistente de Teddy Stauffer en el hotel Villa Vera en su ciudad, ahí se encontraba todo el jet set de la época; más adelante y con la experiencia que adquirió, fungió como directora de relaciones públicas del hotel Hilton y se posicionó como la ejecutiva más joven de América Latina.
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