Fernanda Caballero nos platica cómo se posicionó en los altos círculos del arte contemporáneo abstracto

Fernanda Caballero es esposa del escultor Aldo Chaparro. En esta ocasión, nos abrió las puertas de su estudio en Valle de Bravo para contarnos cómo se posicionó en los altos círculos del arte contemporáneo abstracto.

Su necesidad de expresión se notó desde que era pequeña. “Mi abuela paterna pintó toda la vida, mis papás siempre cultivaron la creatividad en mí, mi energía era muy fuerte, por eso siempre estuve en clases de todo. El día lo tenía lleno, bailé toda la vida ‒ballet mucho tiempo‒, luego tap, baile lírico y así, aprendí la conexión con el cuerpo. La pintura era ese ‘extra’ que hacía los fines de semana con mi abuela. En mi casa siempre existieron lienzos y material para que yo pintara. Fue hasta mi adolescencia cuando se convirtió en algo bien encausado”. Afirma la artista.

A la edad de 10 años, Fernanda Caballero se mudó a Guatemala, siete años después a Monterrey para estudiar la preparatoria y la carrera. Diferentes facultades la vieron pasar, entre ellas Veterinaria, Programación y Artes Digitales, hasta que encontró su camino en la licenciatura en Arquitectura de Interiores. El interés de Fer por el arte crecía y con esto su inquietud por tomarse un año sabático, aunque en realidad, lo que ella quería era estar en Europa para estudiar arte y así lo hizo.

“Al terminar mi carrera, me gradué y me dediqué un tiempo a trabajar. Empecé a producir mi primera exposición individual en una galería en Monterrey (2014). Fue una gran experiencia, me asustó un poco, no conecté tan bien por el momento en el que estaba, llegué a pensar que, a lo mejor, el arte no era lo mío, a pesar de que vendí muy bien. Pienso que fue algo al aire, pues tenía muchas ganas de exponer mi trabajo. En ese entonces era más figurativo y eso fue parte de mi frustración. Sí soy buena para dibujar, pero tratar de replicar una realidad que no entendía, no me funcionaba, me quedaba muy corto”.

En el 2015 Fer regresó a vivir a México, se interesó por la pigmentación en los textiles y para explorar a fondo esta industria se fue a Oaxaca. Un año después conoció al artista plástico Aldo Chaparro, “él me ayudó a regresar a mi centro, fue un gran empuje, me dijo que sí era muy buena y que tenía mucho talento, así se empezaron acomodar un poco más las cosas”.

¿CÓMO CONOCISTE A ALDO, TU ESPOSO?

Por Instagram, teníamos varios amigos en común que nos querían conectar, pero no se daba el momento. Yo no entendía por qué buscaban presentarnos si tenemos una diferencia de edades importante. De repente, él comenzó a jugar sus cartas muy bien, teníamos una conversación muy noble, de amistad, yo sin saber que me estaba tirando la onda, el arte fue el lenguaje que poco a poco nos unió.

¿CÓMO SE COMPLEMENTAN ALDO Y TÚ?

Estamos en constante comunicación, recurrimos el uno al otro para obtener esa visión externa y objetiva. Aldo es mi primer espectador, y yo también para él, ya que la obra está terminada es cuando nos la mostramos, somos un trabajo en equipo. Las labores en el jardín y en el arte es lo que más nos une.

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